En un principio no tenía muchas ganas de visitar un zoológico en este viaje. La recepcionista del hotel lo recomendó y pues me aventuré al no encontrar mucho más que hacer en el centro de Tuxtla Gutiérrez y hacia mucho calor.

Por wey, pensé que al estar en una zona alta iba a estar más fresco pero la vegetación es muy cerrada y sudé a cántaros. El zoológico Miguel Álvarez del Toro se encuentra en la zona sur de la ciudad y para llegar puedes hacerlo en taxi, aunque la cuesta está un poco pesada y están repavimentando y haciendo muchas mejoras en las vialidades ahora.

Al menos unos cien metros antes de la entrada, existe una puerta para controlar más que el acceso, la salida de animales pues muchos están en libertad. Este zoológico, como muchos otros, han posibilitado el estudio y conservación de muchas especies. Muchos de los ánimales no están enrejados sino en hábitats en fosos o con muros de piedra.

Todas las especies son de fauna local, incluyendo unos cuantos quetzales, ya tan difíciles de hallar en México en libertad. Aquí encontrarás tapires, nutrias, linces, tucanes, guacamayas, buitres reales y la joya de la corona, un jaguar negro imponente y un jaguar manchado que en ocasiones no se deja ver. Tienen espacio suficiente todos los animales y de repente te topas con unos simpáticos roedores muy tragones que están bien que roban, pavos y hasta un ocasional venado.

Me tocó ver a dos trabajadores buscando un pequeño venado en el área de coatíes, porque el muy metiche se había saltado y estaba de paseo. También debes saber que el recorrido tiene tramos que están un poco pesado y una buena parte es cuesta arriba.

A la salida, como siempre mi espíritu tragón y que por el calor me estaba llevando ligeramente la chingada, me compré un pozol con cacao, refrescante y que me dio ánimos para seguir el resto del día. Una auténtica delicia. Bueno amiguitos, en la siguiente entrega les hablaré del Museo del Café en Tuxtla, otro lugar muy especial.

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