Si alguna vez has visitado la península de Yucatán seguramente te han ofrecido chile habanero. Es una constante en casi todos los restaurantes que haya habanero picado o una salsa bien picosa que será bautismo de fuego para los fóraneos.
Desde Campeche, Mérida, Cancún o Playa del Carmen, el Habanero resulta el maridaje perfecto para casi todo. Un buen ceviche con habanero es el cierre perfecto. El uso de este chile en la región se populariza y se encuentra en montones de cosas diferentes. Dulces de miel con habanero o un poco de habanero en polvo (ese solo lo he encontrado en Yucatán) que en unos cacahuates japoneses con limón es una mentada de madre de sabor.
Me he dado las enchiladas de mi vida con Habanero y aún así es difícil decir no. En mi familia hay quien lo utiliza incluso en pastas o en un buen corte de carne, a pesar de que no somos oriundos de la península.
Incluso una vez tuve la enorme fortuna de conseguir la variedad de Habanero Cubano, de color morado casi negro, lleno de sabor y que es lo más picante que he experimentado. En otra ocasión en un restaurante de Cancún tristemente desaparecido (La Villa Rica de la Veracruz) sobre la Av. Yaxchilán probé un chilpachole de jaiba, espeso y al que por error le puse habanero que no esperaba al mezclarse con el cilantro; aunque me tardé más de 15 minutos en recobrar las fuerzas, fue mi bautizo de fuego con tan singular picante.
El Habanero resulta amable con el estómago, a diferencia de otros picantes. Incluso si alguna vez estás por el centro de Cancún y llegas a Pescaditos, pide una michelada maya: una mentada de madre tan rica y espectácular que querrás otra; en lugar de limón lleva naranja agria (necesaria para marinar cochinita pibil o poc chuc) y con habanero en polvo. ¡Ah! No olvides llevarte también una dotación de Salsa Chimay, sin conservadores y hecha en Tabasco (encontrarás un fragmento de un poema de Carlos Pellicer en la botella); es lo más cercano a las salsas de pueblito yucateco que he conseguido.