Pues hace poco amiguitos, fui a Chiapas por primera vez. En realidad era mi segunda opción pero resultó francamente bueno. Encontré una ganga en Viva Aerobus y me lancé (hay que cazarlas, chingue su madre).
Bueno, si ya has viajado con estos cabrones sabes que son aviones austeros y es posible que tengas una afectación. Si ya sabes como son, pa’que los invitas. Originalmente llegaba tarde y me cambiaron el vuelo para arribar a las 11:00 am.
El aeropuerto de Tuxtla es pequeño pero decente. Afortunadamente la salida resulta rápida y antes del mediodía ya estaba en el hotel. En un inicio quería lanzarme al Cañon del Sumidero pero me dijeron que en martes no abren los Miradores y que la vista es poca madre, así que decidí reservarme para el día siguiente.
Pues bien, tenía un hambre de perro y salí a buscar comida. Llegué a un restaurante a un costado de la catedral pero la verdad estaba pinchona la comida, con todo y que me moría de hambre. El centro de Tuxtla Gutiérrez es pintoresco pero se ve que necesita una buena manita de gato para hacerlo más atractivo.
Estaba acostumbrado a las iglesias coloniales de Michoacán, Jalisco o Guanajuato, así que la catedral de inicio no me resultó tan atractiva aunque quizá si la visito de nuevo le encuentre el encanto. Di un rol pequeño para ver si encontraba algo interesante. A las afueras de la catedral hay un pequeño mercado de artesanías pero quería reservarme antes de saciar mi comprador compulsivo interno. En el hotel me habían recomendado lanzarme al Zoológico de Tuxtla, así que me aventuré y tomé un taxi para ir, pero como diría la Nana Goya, esa es otra historia.